Usambara mountains, Tanzania

La  Tanzania desconocida





No solo de pan vive el hombre ni de safaris vive esta tierra, os lo puedo asegurar. Y prueba de ello ha sido mi gran viaje de este verano hacia un continente hasta entonces inexplorado.

Para una gran mayoría de desconocidos, entre los cuales yo me encontraba, mencionar la palabra África era sin duda sinónimo de tantos adjetivos adversos que le hacían a una pensar si la decisión tomada era la correcta. Luego estaba la gente del entorno que lejos de animarme sembraban las miles de dudas y me contaban toooodos los peligros que  podía encontrar, desde un atentado yihadista hasta una picadura de una tse tse, un secuestro,....en fin...


Nada, absolutamente nada de cuanto vi y disfruté pude jamás soñarlo, porque los que me conocen saben que soy muy disfrutona y que tan solo necesito mi cámara y un lugar desconocido para que mis cinco sentidos empiecen a estar de fiesta....y olé!!


Tanzania, y dentro del país una sorprendente zona, las montañas de Usambara. 

Situadas al noreste del país, esta cordillera se formó por levantamiento hace millones de años. Su origen no es volcánico. Cientos de kilómetros cuadrados de bosque tropical alfombran estos territorios. Infinitos matices de verdes proliferan gracias a la temperatura constante, las lluvias periódicas y el adecuado grado de humedad. El aislamiento estable y climático de esta zona hace que se den las condiciones idóneas para que se desarrollen y se expandan a sus anchas todas las especies posibles, algunas de ellas endémicas, lo que conduce a un grado excepcional de diversidad biológica. 

Como dato, estas montañas contienen más de un tercio de las especies de flora y fauna de Tanzania, y de las más de 2000 plantas que existen aquí, más de un cuarto son endémicas.


A las montañas de Usambara llegué tras el inolvidable safari que ya contaré en otra entrada. 

Viajamos a Tanzania un grupo muy bien avenido, de diferentes edades, inquietudes, profesiones y planteamientos de vida, pero con un denominador común: pasarlo bien, conocer un país nuevo y todo lo que nos ofrecía y por supuesto estar abierto a lo desconocido...jeje, que fue mucho y muy bueno, por cierto!


Fueron días de caminar por los bosques, de descubrir la Tanzania profunda, de saborear los típicos guisos, de mezclarnos con sus habitantes e incluso jugar con los niños al fútbol con un balón hecho de trapos, de conocer sus poblados y sus cultivos.










África nos da una lección, sí señores, una enorme lección de paciencia, de confianza, de calma y tranquilidad, África nos recuerda constantemente que no es más feliz quien más tiene sino quien menos necesita y eso se nos ha quedado a todos grabado a fuego.







Es indescriptible la emoción de ver a niños descalzos corriendo a tu encuentro, al encuentro del hombre blanco, y experimentar cómo tocan tu piel, cómo se miran en tus ojos, esos ojazos negros  protagonistas de una cara sucia dentro de la negrura de su tez. Niños alegres, inocentes, de risa amplia y corazón grande, niñas tímidas y vergonzosas, temerosas y confiadas a la vez. Los niños que yo vi en las montañas de Usambara me recordaron a mi niñez, a juegos en la calle con la pandilla, a correr hasta no poder más, a reirnos por todo, a la inexistencia de maldad, a dar sin esperar, a la ilusión de lo desconocido, porque para ellos nosotros éramos eso, lo desconocido. 












Este trekking por Usambara me dejó con la sensación de que el turista no merodeaba mucho por estos lugares, afortunadamente. De hecho no nos encontramos a nadie excepto una excursión de holandesas en un convento donde pasamos la noche. Eso fue en Ranwi tras atravesar el bosque de Magamba.

Ese día salimos andando desde Lushoto, atravesamos el pueblo y disfrutamos del mercado del domingo.










Cientos de mujeres con unos ropajes de exuberantes colores ofrecían lo que habían recolectado de sus huertas esa misma mañana. No les hacía ninguna gracia ser fotografiadas y por ello muchas se daban la vuelta. Sobre el suelo y sobre coloridas telas mostraban la verdura y la fruta más fresca. 









Fue en este lugar donde por primera vez me encontré con una albina vendiendo en el mercado. 
Los albinos en África viven escondidos porque esta extraña condición genética puede costarles la vida. Los albinos son despreciados y considerados malditos. El cuerpo de un albino en ciertas zonas de Tanzania vale como el oro, venden el cuerpo troceado y cada parte es un talismán que atrae la buena suerte. Fetichismo y superchería producto de las más primitivas y arraigadas tradiciones que muy lentamente van siendo desplazadas por sentidos más comunes.



Atravesamos también el mercado cubierto donde me llamó la atención la venta de un pescado seco con un olor poco agradable. Semillas, objetos de ferretería, cosas curiosas!




Alrededor de este mercado observé un laberinto de callejuelas llenas de pequeños negocios. Mucho comercio en Lushoto, mucha vida.





Y empezamos a ascender por las montañas. A nuestro paso una frondosa vegetación que bien recuerda a zonas de Sudamérica. Mujeres camino de su trabajo, del campo, adolescentes cargadas de leña, cargadas de agua, cargadas de cestas. 






A lo largo del trekking por las montañas pudimos ver la cantidad de personas que trabajan en los bosques talando y repoblando al mismo tiempo. El guía nos comentó que hay un gran problema de deforestación y nos explicó la solución para combatirlo. Parte del problema lo ha creado el aumento de la población y la necesidad de nuevas tierras para el pastoreo del ganado.

Las montañas de Usambara son tremendamente significativas desde el punto de vista ecológico, hay muchas zonas protegidas que están siendo ampliadas y aportadas por el gobierno tanzano, ONG´s asociadas y equipos de investigación.
La Friends of Usambara Society es una comunidad que tiene entre otros proyectos la concienciación para la conservación del medio ambiente y como objetivo a priori plantar 40.000 árboles a cargo de escolares entre 7 y 14 años a través de los colegios de la zona. Hay dos escuelas, en Kwenbago y en Yoghoi en donde se enseña cómo iniciar y gestionar un vivero de plantas. Esta sociedad está contribuyendo muy activamente a la conservación de los recursos naturales y culturales de la zona y a la promoción y desarrollo del turismo en Usambara.








Ese día llegamos exhaustos, unos más que otros, al que sería nuestro refugio esa noche, la casa de huéspedes en la misión católica de Rangwi. Nos esperaban cosas tan sencillas y tan apetecibles como un cubo de agua caliente para ducharnos, un espartano habitáculo, sospecho que celdilla de alguna novicia, una partida de cartas, una cena con una espectacular sopa caliente y....cervezas frías!! Qué más se podía pedir??



Las monjitas nos trataron bien. Todo muy limpio y muy cuidado.
Nos comentaron que en la actualidad viven en el convento  96 chicas, son de los poblados cercanos. Están 5 años como máximo hasta que acaban la secundaria. Muchas ingresan porque al menos se aseguran un plato de comida y una instrucción y las aleja de un matrimonio concertado demasiado jóvenes. Por allí se las veía felices azada en mano, cocinando, rezando, en clases estudiando, fregando cacharros, siempre con una sonrisa tímida. Qué deberían pensar ellas al vernos con la mochila a cuesta de acá para allá llevando una vida nómada perdidos en la Tanzania más profunda? Sabe Dios...



Al día siguiente emprendimos el camino hacia las montañas de Pare y Sunga village, famoso por sus cacharitos de barro cocido.
Atravesamos el poblado de Emau, no era día de mercado. Los puestos estaban vacíos, poca actividad había en ese lugar exceptuando la curiosidad de los niños a nuestro paso.






Y subiendo y bajando cuestas íbamos disfrutando del frescor de la mañana y del verdor de los campos, campos sembrados de café, de sisal, de te. Cultivos de maíz y plátanos en terraza para mejor aprovechamiento en las laderas de las montañas.
Niños, muchos niños a nuestro paso por las diminutas aldeas. Y casas, muchas casas construidas con palos y barro, hogar de familias más que numerosas en donde el mayor se hacía cargo el día entero de los pequeños hasta que regresaba la madre de vender en el mercado. Si había suerte los cuidaba la abuela. 





Niños descalzos, niños agradecidos, niños con las narices sucias pero el alma limpia. Caramelos, chupachups, chicles, globos, ellos todo lo aceptaban con agrado pero al principio siempre miraban con recelo aunque al minuto ya te los habías ganado. Hacerles una foto era pura magia porque cuando se la mostrabas sus grandes ojos negros no mentían, la sorpresa era mayúscula y siempre querían más.










Niños criados en la responsabilidad del trabajo y de echar una mano en casa, niños que han madurado a la fuerza, niños con escasas oportunidades. Y al fin y al cabo, niños. 






Con el alma encogida por comprobar una vez más que uno no elige dónde nacer nos aproximamos a media tarde al poblado de Sunga. Nada más llegar desplegaron toda la cacharrería por el suelo. Vasijas, platos, animalillos de un barro oscuro, muy rudo pero con mucho encanto, todo realizado por decenas de pequeñas manos, manos de niños.
A un euro cada objeto, dos mil quinientos chelines tanzanos.









El día tocaba a su fin. Aún así nos esperaba una gran sorpresa, el hotel donde nos alojábamos y las espectaculares vistas desde cada cabaña. El lugar era de escándalo! Tras una ducha a cubos, unas cervezas contemplando las montañas, una cena hecha con todo el cariño del mundo, y una conversación alrededor del fuego nos fuimos todos a dormir.



Este trozo de Tanzania nos tocó a todos la fibra sensible. Creo que ha sido lo más inesperado, lo no imaginado. Este trozo de tierra no sale en ningún itinerario y me alegro que aún esté preservado de las avalanchas de turistas.
Los niños, los niños nos robaron a todos el corazón. Unos corazones que ya planean regresar a Tanzania.



Esta entrada se la dedico a mis compañeros de aventuras, a Antonio, a Beatriz, a Yolanda, a Ruth, a Maider, a Lolo, a Raquel, a Paco, a Elena, a Nerea y a Ana. Sin ellos Tanzania no hubiera sido Tanzania.

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